La primera vez que me tope con la idea de algo parecido a un libro prohibido fue con El Nombre de la Rosa, que conocí gracias a la película y no por el libro, (lo siento Umberto Eco). En esas épocas aún era muy joven y naive y tenía la infantil impresión de que podía acceder a cualquier libro escrito por la humanidad con tan solo preguntar por él en la librería. Tal vez fui un tanto exagerado con esta afirmación, nunca fui tan inocente, sabía bien que había libros a los que no podía acceder, ya sea porque no se habían traducido al español, o se habían dejado de editar o tan solo se habían perdido en la historia. Pero el punto es, que nunca había concebido la idea de que un libro fuera prohibido o censurado. Nunca había pensado en la posibilidad de que alguien detrás de un escritorio o un altar hubiera decidido que no podía acceder a un determinado conocimiento, historia o corriente de pensamiento.
Al revisar notas y textos para la realización de este escrito, me encontré con un par de artículos que muestran dos caras totalmente opuestas sobre la prohibición de libros. Por un lado, una entrevista a la escritora Irene Vallejo que afirma: “Hay que conservar intactos incluso los libros que consideramos dañinos…” Y por el otro lado, la noticia sobre el condado de Llano en Texas que prefiere cerrar por completo su sistema de bibliotecas antes de permitir que libros que consideran “inapropiados” se muestren en sus estanterías. Este par de ideas contradictorias me llevan a la pregunta ¿debemos o no prohibir libros que consideramos inadecuados?
Empecemos por la premisa de que prohibir un libro es un mal necesario para proteger a nuestra persona y sociedad de ideas peligrosas. Las ideas son como virus que se esparcen entre las personas y al final una idea virulenta podría causarnos un daño incalculable ¿no sería nuestro deber moral detener aquellas ideas que son peligrosas para nuestra sociedad? Pero el problema de esta premisa es determinar ¿qué es una idea peligrosa? y aún más importante ¿quién lo determina? Porque si volteamos la mirada hacia atrás y revisamos la historia descubrimos que es más fácil que prohiban la novela de una persona que disfruta de meterse un dildo por el ano a un manifiesto que hable de porque un grupo de personas basados en características totalmente arbitrarias es superior a otra y por lo tanto tiene derecho a abusar, esclavizar y matar.
Entonces ¿cómo determinamos que un libro realmente merece ser censurado? es ¿Por qué su contenido pone en riesgo al mundo? Tal vez, bajo este criterio deberíamos prohibir el necronomicón, no vaya a ser que alguien invoque a Cthulhu y nos lleve a todos, o es ¿Por qué pone en duda el status quo de nuestra sociedad y sus grupos de poder? no vayamos a ofender a un grupito de viejos blancos y rancios, como los del condado de Texas, por que en el libro un par de hombres se besa; o los negros tienen derechos; o alguien decidió que su pronombre era elle, o debería ser ¿Por qué su contenido atenta contra los derechos humanos? como es el caso de Mi Lucha de Hitler.
Personalmente me gusta más la visión de Irene Vallejo, conservemos todos los libros. Demos la oportunidad al lector de que tenga acceso a todas las visiones de la realidad. Entre más amplio y profundo sea tu conocimiento sobre un tema, mejor será tu entendimiento de las circunstancias, factores y actores involucrados. Entender de donde nacen ciertos discursos de odio y violencias, o como llegan al poder grupos fascistas, o ponernos en el lugar de víctimas de crímenes terribles, nos volverían más empáticos, nos permitiría ver con antelación el nacimiento de nuevos peligros, nuevos discursos de odio y nuevos Hitlers. Al final, cerrar los ojos a las cosas que no queremos ver no hacen que estas desaparezcan, prohibir un libro no hace que la idea que lo creó desaparezca solo nos aleja de poder comprenderla.
O al menos, utópicamente así sería, porque la realidad es que permitir que todos los libros corran libres por el mundo nos acerca peligrosamente a la expansión de todos esos discursos que queríamos evitar. Aunque tampoco seamos tan extremos, no podemos achacarle toda la gracia o desgracia de la humanidad a los libros, muchos podrían pasar años acumulando polvo sin que nadie los leyera pero siempre puede caer el libro equivocado, a las manos equivocadas, en el momento equivocado para cambiar por completo el transcurso de la historia de la humanidad, porque ese es el poder de un libro.
Entonces ¿nos arriesgamos a que la persona equivocada encuentre el libro equivocado? ¡Obviamente si! porque hay riesgos pero también hay oportunidades, porque la persona correcta también puede encontrar el libro correcto, porque siempre estaré a favor de la libertad de las personas para autodeterminarse y los libros son una gran forma para saber quienes somos, porque no debemos cerrar los ojos, porque el conocimiento nos da el poder para luchar contra las injusticias de este mundo.